Reconciliación
Este sacramento tiene como finalidad reconciliarnos con Dios, que nunca deja de amarnos. Por tanto, es importante que uno se confiese por amor, como cuando pedimos perdón a las personas que más queremos.
Es necesario, pues, estar arrepentido, es decir, reconocer con sinceridad que uno se ha equivocado. Para ello uno debe hacer un examen de conciencia de manera privada, que consiste en un breve rato de oración para concretar esas faltas. Esto se puede hacer mentalmente o escribiendo algo, lo que se prefiera.
Una vez hecho esto, se toma la decisión de ir a confesar los pecados. Pedimos perdón a Dios, pero se hace a través de un sacerdote que lo representa. A continuación explicamos brevemente una pequeña orientación para confesarse:
- El penitente y el sacerdote se santiguan
- Saludo inicial (opcional). El penitente puede decir “Ave María Purísima”, y el sacerdote contestará “Sin pecado concebida”.
- El penitente dice a continuación cuándo fue su última confesión, para orientar un poco al sacerdote.
- El penitente confiesa con sinceridad los pecados que recuerde. Si tiene dificultades en este punto, el sacerdote le ayudará y, por supuesto, guardará estricto secreto de lo que se hable en este momento.
- El sacerdote le dará unas breves palabras de consuelo, al mismo tiempo que le dirá que rece alguna oración después a modo de penitencia.
- El sacerdote, en nombre de Dios, dará al penitente la absolución de sus pecados
- Se suele acabar con un “vete en paz” por parte del sacerdote
Después de la confesión, el penitente cumplirá con la penitencia que el sacerdote le haya mandado, que en la gran mayoría de los casos suele consistir en rezar una oración conocida, y de este modo se repara de alguna manera el pecado cometido.
Es importante también tener el propósito de enmienda, es decir, el deseo sincero de no pecar y hacer siempre el bien.